La pequeña mosca se puso a volar. Poco a poco fue ganando fuerza, crecía... poco a poco, fue encontrando más moscas, eran cada vez más, eran un ejército... y se conocían de antes. El señor que las manejaba a todas poseía ahora un ejército. Oía su zumbido y podía manejarlas a su antojo con simples movimientos de muñeca y dedos. Estaba cómodo rodeado de sus insignificantes amigas. Eran un ejército. Se sentía, el señor, reconfortado.
Les dijo:
Dispersaos todas por los alrededores del campo que alcanza a ver mi vista.
Vamos a destruir palacios construidos con dinero.
Volad impredecibles e inconstantes en cada momento, pues es el estado constante de incertidumbre el que os mantendrá volando.
Vamos a darle una lección al mundo.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
me gusta...
...y muy pronto llegó la pequeña mosca a quién lo necesitaba. Ya es sólo cuestión de tiempo que su ejército vuelva a alzarse rotundo sobre todo lo que inunda nuestros ojos de esa lastimosa humedad....
De nuevo a volar amigo.
Dejad que las moscas vengan a él...
Publicar un comentario